domingo, 14 de noviembre de 2010

Con el pueblo saharaui


no debemos admitir que cualquier interés político aplaste la vida de inocentes, tolere el saqueo, promueva la inseguridad, destierre a sus propietarios
Muchas familias de Ontinyent son receptoras durante el verano de niños de acogida saharauis. No sé cómo surgió el primer contacto, pero la verdad es que desde los años 90 hay ciudadanos españoles nacidos en el Sahara Occidental trabajando entre nosotros. Digo españoles porque nacieron en aquél territorio africano antes de 1975, cuando fué colonia española. Yo no entendía aquella "marcha verde" marroquí contra el Sahara y menos aún el abandono de aquellas tierras por parte de las autoridad autárquica del general Franco, pero recuerdo la movida de la izquierda incipiente en contra de aquella salida del territorio y a favor del pueblo abandonado.
La adolescencia abre el corazón al débil y se sitúa en contra de fuerte y en aquel momento el más frágil era el pueblo saharaui, así que desde el silencio tomé postura a favor del abandonado. Pero después de 35 años de gobiernos democráticos alternantes sigo sin entender a los políticos que gobiernan.
No puedo entender que la estrategia esté por encima del derecho, no debemos admitir que cualquier interés político aplaste la vida de inocentes, tolere el saqueo, promueva la inseguridad, destierre a sus propietarios. No es respeto hacia el monarca alahuí el que transmite nuestro gobierno, es miedo a sus respuestas sobre territorios españoles, primando acercamientos hacia gobernantes totalitarios en lugar de denunciar sus tropelías.
Aprovechando que el Clariano pasa por Ontinyent, sería bueno para los españoles y saharauis que viven en nuestra ciudad y para el vecindario en general, que el ayuntamiento arropara a ese pueblo defendiendo, al menos, el derecho a la vida,  en contra de los asesinatos y del estado de sitio impuesto en el Aaiún por el estado marroquí. Las palabras bién dichas favorecen el estado de cooperación entre los individuos, alivian tensiones, desarrollan hábitats de comunicación, en definitiva, propician la libertad.

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