martes, 7 de agosto de 2012

La economía que nos puede salvar

 la economía sumergida es la salida que tienen muchas familias y empresas para emprender la recuperación posible y vencer la crisis dirigida desde una supina e incompetente dirección política
Ontinyent se ha dormido. Desaparecida la construcción y el textil, la economía se ha hundido, el paro se extiende como plaga inexorable, la inversión ha desaparecido, las ideas se han marchitado y el empuje y las ganas han devenido en desidia. Es tiempo de emigración. Sólamente las empresas de servicios, pequeñas pero bastante estables, y el sector público inestable y de incierto futuro mantienen encendida la vela del empleo en cotas muy preocupantes.
Dinero no lo hay y creo que no lo habrá a medio plazo. Con el rescate bancario el dinero llegará a las empresas consolidadas con implantación exterior, pero no a las que viven del mercado interior y menos al comercio local, porque la posibilidad de aumentar ventas y beneficios va ser complicado. También aflorará dinero a los ayuntamientos con capacidad de endeudamiento (¿?) desde la caixa de les comarques. Esto último puede llevarnos a un endeudamiento cada vez mayor y con pocas posibilidades de retorno.
Bajo mi modo de ver, en estos momentos depresivos, sin pulso para retomar vias de incentivación económica, la economía sumergida es la salida que tienen muchas familias y empresas para emprender la recuperación posible y vencer la crisis dirigida desde una supina e incompetente dirección política. La presión fiscal, la excesiva normativa y regulación de cualquier actividad laboral y económica han asfixiado a trabajadores y empresarios hasta la extenuación, pero como la necesidad es imperiosa, muchas personas están descubriendo en el trabajo sumergido la liberación deseada, un mundo sin imposición ni vigilancia. En ese mundo de producción se empieza a salir de la miseria, a gastar lo que se gana y ahorrar para prevenir un futuro todavía inseguro. Es un camino posible y con rumbo a recuperar la dignidad en tantas casas perdida.
Nadie debiera temer la economía sumergida si es el único método que nos haga salir de la crisis. Es verdad que debemos posicionarnos ojo avizor ante las embestidas del opulento estado que con sus garras poderosas se abatirá sobre nuestras cabezas cual rapaz en busca de sustanciosas presas. Pero nuestro ánimo no debe sucumbir, la libertad es el resorte para lanzar el coraje y luchar para mentener nuestra posición en la vida. 
¡Despierta, Ontinyent, y préstate a la contienda para no perder lo que en otro tiempo conquistamos!

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