miércoles, 24 de octubre de 2012

Socialismo utópico: el Centre Ocupacional



Poner figuras allá donde hay personas, imágenes donde dominan los objetos reales, idealizar un proyecto, una ciudad o la sociedad donde vivimos es lo que Tomás Moro denominó UTOPIA y Platón idealizó en la sociedad imaginada en La República. Ya en el s.XIX surgen los movimientos sociales basados en el socialismo utópico sustentado por la economía utópica comunista, de cuyo fracaso conocemos el derribo del Muro de Berlín en 1989 que representó la caida y la miseria de aquél régimen totalitario de la URSS.

La representación siempre ha sido la misma:
   una persona u organización con poder político concibe en su mente "privilegiada" la idea de una sociedad magnífica, con comodidades y placeres para sus ciudadanos
   para que ello sea posible, debe tomar el mando de aquellas empresas y servicios que hasta entonces ofrecían la actividad, es decir, expropia y monopoliza
   a la vez, crea una superestructura constituida por empresas públicas, políticos y amigos
   para soportar el estado mastodonte se aumentan impuestos y se anuncian nuevas tasas para dotar de sentido el fluente caudal que emana del magnífico y arrogante político
   como en ese mundo político no existe la competencia, los abusos surgen como hongos en los humedales selváticos, la responsabilidad es ficticia y la impunidad es el sello de calidad de los corruptos
   surge, a su vez, un tremendo cuerpo legislativo para que todo esté bajo control público

 La consecuencia de tan estrafalario mastodonte es la pérdida de nuestra rentabilidad laboral por aumento de impuestos, dilución de la libertad individual ante el amasijo legislativo y el despiste o distracción por parte del Estado de su máxima y casi única responsabilidad como es la defensa de nuestros derechos individuales (no piensen que me refiero a los manidos derechos que proclaman los sindicalistas y adláteres, como el salario justo, la vivienda, la estabilidad laboral, y toda la caterva de servicios presuntamente gratuitos como la cultura, el transporte, la sanidad, pensiones y subsidios públicos).

Las utopías, los países imaginarios y el mundo feliz que describió Aldous Huxley son el caldo de cultivo del socialismo imperante. Algunos políticos utópicos se comportan como verdaderos visionarios: el magnyfic jurat en cap, Rodríguez d'Ontinyent, ha descubierto que la utopía del Centre Ocupacional se ha convertido en realidad. Pero no nos dice que si se creó hace 25 años es porque ya era una realidad y si fue una utopía y ahora es una realidad no explica que ha sido gracias a nuestro dinero arrebatado en los impuestos que ha hecho posible crear un centro ocupacional verdaderamente utópico, pero ha sustraído proyectos de muchos ontinyentins, no utopías, que han visto cómo naufragaban debido a los cainitas impuestos de Rodríguez y colaboradores.

"Socialismo es libertad" decía el slogam felipista en campaña electoral. No es cierto, porque durante más de treinta años el BOE ha publicado decenas de miles de páginas, todas ordenando y regulando la actividad humana, o sea, robándonos libertad y los impuestos han crecido hasta convertirnos en una de las primeras naciones donde más pagamos, con lo cual se abortan proyectos humanos para hacer realidades las utopías del socialismo.

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