El resultado de las elecciones municipales en Ontinyent están siendo analizadas por los partidos políticos y cabeza de listas cada cual con formas de interpretar y matizar según el interés de cada candidato.
En líneas generales, la actual alcaldesa Lina Insa, del PP, que ha obtenido 10 concejales, uno menos que en las municipales de 2007, se aferra a que ha sido la más votada y por ello debe gobernar. No hay argumentos, excepto los de la campaña electoral, como decir que es el período que más ha invertido y de mejor relación institucional que otros ayuntamientos anteriores. Además todos los proyectos, mal anunciados, han jugado en su contra porque en general no se ha entendido por qué no se ejecutan cuando la Generalitat está gobernada por el mismo partido. Sin hacer autocrítica, muestra el engreido tufillo que nos tiene acostumbrados durante los 4 años pasados. Eso no gusta. Además, su comisión ejecutiva está con ella. Error grave que le impedirá gobernar esta nueva legislatura.
Por su parte Jorge Rodríguez sigue jugando bién sus bazas para conseguir acuerdos, pero su análisis es también erróneo, creo yo, porque centra sus conclusiones en el resultado final de votos y concejales totales. Aunque los grupos se autodefinen "de izquierdas", que quizás lo sean, muchos votamos la gestión, el buen o mal gobierno, etc. Está claro que el PSOE se coge a un clavo ardiendo para hacer ver que el futuro alcalde ha de ser su cabeza de lista. Sin embargo, todos sabemos que han perdido dos concejales, lo cual significa que el electorado ha rechazado más a socialistas que a populares, dicho de otro modo mirando el futuro: a Ontinyent le importa más un alcalde popular que otro socialista.
Pero yo creo que el problema se resolvería con un gobierno de coalición, donde la mayoría se alcanzara fundamentalmente con los dos partidos mayores. Eso significaría eliminar la crispación, actuar sólo de acuerdo con los compromisos firmados y dar una lección a la ciudadanía de que nosotros, los ontinyentins, y sólo nosotros, sin la ayuda de los de afuera, podemos. Y el ayuntamiento puede y debe aunar las fuerzas que al pueblo le faltan para conseguir un nuevo reto, el de sentirnos orgullosos de ser de un pueblo olvidado, a veces maltratado y siempre utilizado.
Si los políticos se muestran unidos, si esos políticos miran hacia abajo, si nos escuchan y rectifican, igual que hacemos los ciudadanos de a pié todos los días, entonces puede renacer otra época de cambio basada en la ilusión y en el trabajo hombro con hombro para mostrar al exterior lo que queremos ser como pueblo.
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