viernes, 16 de diciembre de 2011

El poder político generador de corrupción

 El poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente (Lord Acton)
Corrupción: Abuso de cargos públicos para beneficio privado o el mal uso del poder público para beneficio propio, por ejemplo, sobornos aceptados por funcionarios públicos en contrataciones públicas.
Así define la corrupción el IPC o Indice de Percepción de la Corrupción, de Transparencia Internacional, que es una organización no gubernamental destinada a la lucha contra la corrupción.
Desde el año 2004 publica el IPC que incluye a casi 200 paises del mundo.
En 2004 compartíamos el puesto 22 con Francia, con 7,1 puntos sobre 10, cuando los cuatro primero paises eran Finlandia (9,7), Nueva Zelanda (9,6), Dinamarca (9,5) e Islandia (9,5).
Nos dicen los cínicos que "corrupción hay en todas partes", pero comprobamos que su grado es muy diferente. ¿Acaso los españoles somos peores que los daneses o los fineses? Al menos ellos son más buenos que los españoles. Pero soy proclive a creer en la capacidad de los españoles en generar un sistema de gobierno igual o menos corrupto que el de aquellos privilegiados paises.
La corrupción es practicada por personas con poder político si el sistema lo permite, y es que aquí en España desde el poder del gobierno de la nación, de las autonomías, ayuntamientos y diputaciones se ha contribuido a que nuestra nación evolucione hacia más corrupción, porque los datos del IPC publicados en 2011 muestran un retroceso de 9 puestos (el 31) en los últimos 7 años y una caida en la puntuación hasta los 6,2 puntos. Mientras tanto, Nueva Zelanda, Dinamarca, Finlandia y Suecia ocupan los primeros puestos y Francia retrocede 3.
Es curioso comprobar cómo los paises menos corruptos del mundo coinceden con los índices de mayor libertad económica y menores trabas burocráticas para generar negocio.
Aumento del número de funcionarios públicos (3,3 millones), el goteo constante de nuevas leyes que afectan a la economía y los negocios, el incremento de los impuestos, un déficit público desbocado (7 % del PIB), son clarísimas muestras de la participación del Estado en el estrangulamiento de nuestra libertad y todo nos ha abocado a más corrupción y empobrecimiento.

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