El igualitarismo es la acción emprendida por algunos políticos para transferir riqueza de quienes tienen a quienes no tienen. Es un método populista utilizado por ciertos dirigentes para amaestrar conciencias y llenar estómagos agradecidosEl ayuntamiento de Ontinyent está gobernado por la izquierda con la firma de PSOE y Compromís y el apoyo externo y puntual de EU, con siete, tres y uno, por este orden, once concejales constituyen la mayoría absoluta para gobernar.
Jorge Rodríguez necesita ese concejal de Esquerra Unida para sacar adelante proyectos, considerados por el equipo de gobierno, fundamentales.
Y es el caso que para conseguir ese voto comunista, Rodríguez necesita "comprarlo" ejecutando proyectos de dudosa necesidad, con dinero de nuestros impuestos.
En lo que llevamos de febrero, el alcalde ha concedido a Manuel Ruiz, EU, subvencionar hasta el 100% la tasa de recogida de basura y ha aumentado la subvención a una llamada Cooperació i Solidaritat, seguramente para ayudas al tercer mundo.
Esta política de ayudar al que menos tiene, lo que se denomina igualitarismo, está en la base de las iniciativas fiscales de los últimos años de aumentos de impuestos: que "los ricos" paguen más para que "los pobres" no lo sean tanto. Este principio, enquistado en el fondo de las entrañas de mucha gente, arranca de la creencia de que la riqueza no se expande, que el comercio de bienes y servicios es una especie de suma cero: lo que uno gana es porque otro lo pierde.
Bajo el enfoque de esta arcaica tribalidad se sigue desarrollando un pensamiento de persecución hacia el que tiene riquezas y de satisfacción cuando los ricos son identificados como especuladores, trileros o malhechores. En ese momento, aparece los "moralistas" del pueblo para recaudar del que más tiene y repartirlo entre los desposeidos: el renacimiento de Robin Hood en versión friki.
Pero las cosas no son como ellos quieren que los demás las veamos. En primer lugar porque la riqueza no es constante, al contrario, cada descubrimiento, cada acción que el hombre emprende lleva consigo un beneficio marginal que aporta aquél que está dispuesto a comprar el bien o servicio. En segundo lugar porque las personas con un nivel de ingresos determinado no se mantienen, en general, con los mismos ingresos durante toda su vida, más bien tienden a aumentarlos.
Experiencia, competencia, mérito, son las palabras mágicas que aportan al trabajo esa pizca de sabiduría a cada persona, para concluir que si bien todas las personas tienen los mismos derechos no implica que obtengan ni deseen los mismos resultados.
Las personas, los individuos, no tienden a procurar la igualdad. Si hay algo que buscamos es la diferencia con los demás, competir y superar a los otros. ¿No es ésto lo que buscan los subsaharianos que entran en pateras, los sudamericanos que abordaron nuestro país durante la última década, o los españoles que emigraron a Argentina, Venezuela, Chile y Centroeuropa antes, durante y después del franquismo? Es el deseo de cualquier persona de mejorar su nivel de vida con su legítimo esfuerzo.
El igualitarismo es la acción emprendida por algunos políticos para transferir riqueza de quienes tienen a quienes no tienen. Es un método populista utilizado por ciertos dirigentes para amaestrar conciencias y llenar estómagos agradecidos. El PER (Plan de Empleo Rural) en Andalucía y Extremadura es la transferencia que instauró Felipe González en 1982 y que se ha convertido en el principal argumento de discriminación cuando los que aportan dinero sienten que son esquilmados para interés de los políticos que consiguen llenar las urnas con votos retribuidos.
El PER es el ejemplo, pero la vida política está llena de transferencias de los impuestos que se recaudan de nuestros beneficios hacia sectores de la sociedad que no las demandan. Las subvenciones no alivian la pobreza, más bien tienden a convertirla en un problema crónico.
La política de subvencionar a grupos sociales que una mente superior ha diseñado rompe el proceso natural de distribución de recursos hacia otros grupos que generan incentivos con su trabajo e iniciativa. Si se acepta el planteamiento del político arrogante que diseña modelos para sus espurios intereses, si desaparece la ética política del consciente de los electores, podemos concluir que nuestra democracia se ha asentado en la decadencia.
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