La Sociedad de Festeros está compuesta por un grupo de personas que se ha desligado del resto de la sociedad con unos estatutos exclusivos y excluyentesDe vuelta al trabajo y paseándome por las noticias acaecidas en torno a las fiestas de moros y cristianos, un año más nuestro patriótico ayuntamiento sigue atendiendo a la población que le da el voto y olvidando a los que padecen las inoportunas incursiones de los festeros en la tranquila paz que debe gobernar los hogares que desean seguir viviendo el tranquilo transcurrir preferido por una parte importante de la población.
Pues sí, señoras y señores, me estoy refiriendo a la transigencia que tiene nuestro alcalde hacia los festeros y la insensibilidad hacia la sociedad civil que es la que padece los abusos de aquellos.
La Sociedad de Festeros está compuesta por un grupo de personas que se ha desligado del resto de la sociedad con unos estatutos exclusivos y excluyentes y que durante todo el año tiene abierta la puerta del atropello hacia la sociedad civil con el visto bueno de nuestro alcalde, Rodríguez de Ontinyent. Casales festeros que no cumplen la normativa exigida a toda la hostelería, horarios exclusivos para hacer de su capa munícipe-protectora, el sayo de los festeros, permisivos botellones, ruidos, suciedad ..., imagen que arropa al peor turismo que puede arrastrar una ciudad sumida en el tedio.
Pero aquí no pasa nada, aquí manda Rodríguez, como antes mandó Insa, Reguard, Portero... Siempre mandar, ordenar, obligar, excluir.
El alcalde tiene que obligar a cumplir la ley impuesta a todos, en igualdad. La hostelería de los casales no está sometida al rigor que sufre cualquier bar, las comparsas festeras ocupan la vía pública para sus exclusivos ágapes cuando cualquier terraza tiene que pagar unos cánones abusivos, las noches pertenecen a los que faltan el respeto a la tranquilidad de los demás: músicas mal afinadas, voceros y ebrios abren el desfile del absurdo en los rincones del sueño ganado.
¿Para cuándo el alcalde que tan solo haga cumplir la ley?
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